miércoles, 9 de mayo de 2012

Cuando las autoridades son odiadas por traición

Con el estallido del conflicto Conga ha saltado el tema de la traición que, en el proceso histórico peruano, no ha estado ausente. La mayoría de los cajamarquinos consideraron que habían sido traicionados por personas en quienes confiaron para protegerlos de terceras personas que buscan intereses personales y de empresa. Consideran que el Estado está al servicio de un gobierno traidor. La pregunta que se hacen los que no son analistas ni críticos sociales es: ¿Siempre los pueblos están condenados a la traición y el odio?

Manco Inca, general guerrero cusqueño, quien combatió contra los españoles a quienes no puedo vencerlos, consideró que una de las razones porque los castellanos no podían ser vencidos era porque había etnias que se aliaron con los invasores. Una de esas etnias era los Huancas con sus respectivos curacas. A éstos, el general cusqueño, los consideró traidores al imperio Inca que prácticamente comenzaba a caer. Por traidores los combatió sin embargo tampoco pudo vencerlos para ponerlos a la causa de la patria. Los pequeños reinos preincas, sometidos al imperio del Tahuantinsuyo, creyeron que había llegado, con los españoles, su libertad. Pero se equivocaron.

Cajamarca, un pueblo ubicado en la sierra norte del Perú, maltratada por una empresa minera por casi veinte años, una empresa que prácticamente es el Estado por lo que hace y deshace con las instituciones estatales, confió en personas, a través de un proceso democrático, para que la defendiera del abuso del capital exterior. Una vez en el poder esas personas se olvidaron del pacto público, del compromiso social en plazuelas y plazas de la región Cajamarca. Esta actitud, frente al proyecto Conga, hizo reaccionar a la mayoría de cajamarquinos para expresar en calles y plazas que habían sido traicionados y sentir odio contra las personas que eligió para que los defienda. En las protestas, no sólo de citadinos sino también de campesinos, se escuchaba gritos como: “¡Ollanta traidor!, ¡Bardales traidor!...”. Hablaron de traidores a Cajamarca como también habló Manco Inca de traidores al imperio Inca. Así que, de traición siempre se hablará, en el proceso histórico peruano, mientras los pueblos sean engañados y sometidos.

Cuando un pueblo siente que es traicionado de inmediato comienza a sentir odio contra aquellas personas que confió y contra los que rodean a éstas. Los familiares, de los que fueron heridos en las lagunas de Conga el año pasado, sienten odio contra los que ordenaron que dispararan. La mayoría de cajamarquinos, que lo llevaron al poder a Ollanta, siente odio contra un gobernante que les engañó al preguntarles: “¿qué quieren, oro o agua?” Les prometió agua pero una vez en el poder dijo que las dos cosas son importantes. Llegó a decir a través de un peritaje que el agua es importante sólo destruyendo dos lagunas y ya no cuatro.

El alma de Cajamarca necesita ser curada porque el odio se ha apoderado de ella. La traición es la culpable.





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