viernes, 24 de enero de 2014

Arguedas y la utopía de los guardianes de las lagunas.


Por el mes de enero se suele escribir artículos y ensayos o se celebra actividades culturales sobre José María  Arguedas. Mes del natalicio del escritor indigenista. Recordemos que nació  en Andahuaylas en 1911. Arguedas es uno de los escritores que he admirado tanto y he tratado de leer sobre su vida y entender el derrotero de todo su pensamiento que estuvo comprometido en defensa de una clase social postergada hasta las postremerías del siglo XX. Ese grupo social fue la clase indígena.

A más de 40 años de su muerte, aún se sigue hablando y escribiendo de él. Tal vez sea el escritor que, a pesar de la desaparición del indigenismo como ideología y de los intelectuales que formaban parte del movimiento literario, tenga todavía vigencia en la sociedad campesina de estos días. Vigencia en el movimiento campesino que, en los tres primeros lustros del siglo XXI, ha decidido defenderse de los improperios del neocapital que intenta ingresar en territorios de comunidades andinas e indígenas sin respetar los derechos e identidad de esas comunidades.

Flores Galindo, en un ensayo sobre Arguedas, se pregunta: “¿Dónde radicaría un cierto carácter precursor y futurista _en el sentido estricto del término_ de la obra de Jose María Arguedas?”.  La primera obra de Arguedas, “Agua” (1935) no es más que el reflejo de la realidad de la sociedad de ese entonces con tintes estéticos literarios. Está presente el conflicto entre los Mistis e Indios. A la clase indígena sólo le queda una posibilidad: dejarse someter o sublevarse. 

En el siglo pasado movimientos campesinos se sublevaron y tomaron algunas haciendas y se posesionaron en ellas. En pleno siglo XXI  movimientos campesinos se sublevan, aunque aisladamente, contra el capitalismo que no tiene regulación del Estado, contra un sistema que los hace que reaccionen. Casi nada cambia. Continúa el conflicto, el conflicto ya no entre el gamonal y el campesino, sino éste contra el capitalismo en su nueva expresión con su ideología: el noeliberalismo. Tal vez sea este fenómeno en la obra de Arguedas que hace que  el indigenista aún tenga vigencia en la sociedad que vivimos.

“La historia de la Utopía andina es una historia conflictiva, similar a la de Arguedas. Tan enrevesada y múltiple como la sociedad que la ha producido, resultado de un contrapunto entre la cultura popular y la cultura de las élites, la escritura y los relatos orales, las esperanzas y los temores (…) La utopía en los andes alterna periodos álgidos, donde confluyen con grandes movimientos de masas, seguido por otros de postergación y olvido. No es una historia lineal, por el contrario se trata de varias historias”.[1]  Esta utopía andina conflictiva, en este tiempo del capitalismo del siglo XXI, es la que viven los campesinos de hoy con la intención de defender el derecho a la identidad  y a elegir su propio desarrollo económico. Son los campesinos de las provincias de Cajamarca, Celendín y Bambamarca que han emprendido su propia utopía a costo de muertos, criminalización de la protesta y persecución a los dirigentes que llevan adelante la mencionada utopía.    

Arguedas y la utopía andina” es el título de otro ensayo que  Galindo escribió.  En “Buscando un Inca” el mismo autor define al término utopía y dice que “la utopía andina es los proyectos (en plural) que pretendían enfrentar esta realidad. Intentos de navegar contra la corriente para doblegar tanto a la dependencia como a la fragmentación. Buscando una alternativa en el encuentro entre memoria y lo imaginario: la vuelta de la sociedad incaica y el regreso del inca. Encontrar en la reedificación del pasado la solución a los problemas de la identidad”. No se pretende  que se reinstale la monarquía inca, sino que a partir de la historia, de la memoria, se construya una Nación ya no de los incas, sino de los nuevos peruanos que, actualmente, reclaman ciudadanía.

Parafraseando a Galindo podemos decir: Arguedas y la utopía andina de los guardianes de las lagunas. La utopía de los guardianes es ya parte de la historia de Cajamarca. No se creó de la nada, sino dos fuerzas en conflicto lo inventaron: el capitalismo de este siglo y el movimiento campesino andino de Cajamarca. 

En esta utopía se han derramado sangre y creado dolor en los familiares de los que han fallecido. Algunos intelectuales dirán que es una utopía arcaica de los guardianes de las lagunas, los menos versados en la intelectualidad dicen que son revoltosos y radicales y antidesarrollo.

 A pesar de todo lo que se diga contra la utopía de los guardianes de las lagunas, es ya un hecho histórico de Cajamarca.       
  



[1]  Flores Galindo, Alberto. “Buscando un Inca”, pag. 25

miércoles, 22 de enero de 2014

Joaquín Ramírez y su acto mediático.


La presencia de un congresista fujimorista, presidente de la Comisión de Salud del  Congreso, Joaquín Ramírez, en las instalaciones del hospital regional de Cajamarca el último fin de semana, no ha sido más que un acto mediático casi de callejón  preparado por el parlamentario y que la prensa local se ha prestado o ha sido sorprendida.

El argumento del congresista ha sido que ha realizado una visita inopinada ante la denuncia de una serie de irregularidades al interior del nosocomio cajamarquino. Los problemas al interior del hospital no son nada nuevo, ni sólo de estos días, vienen  desde varios años atrás con otros presidentes regionales. La noticia que no hay reactivos o insumos en el hospital no es noticia nueva. Como dicen los periodistas, son refritos. La intención del congresista, quien a cada instante critica a los políticos como considerándose una autoridad apolítica mediática, ha sido armarse un espectáculo de callejón al cual los militantes del MAS se han prestado equivocadamente.

Ramírez quiso aprovecharse de la situación que viene atravesando el hospital y lo ha logrado. De una situación  que las autoridades del gobierno regional  no saben solucionar rápidamente por falta de capacidad de negociación con las partes en conflicto y despedir personal, equivocadamente, en un año electoral. Tremendo error.

El congresista fujimorista no se hubiese hecho presente si el hermano, que es inútil hablando y más en política, no fuera candidato al gobierno regional de Cajamarca. No le hubiese importado que no haya insumos para las operaciones, que amanezcan las personas haciendo colas para lograr una cita. Su intención fue aprovecharse de los más necesitados como lo hizo cuando fue candidato al congreso.  Le aconsejaron que en el hospital hay personas que necesitan que alguien les escuchen por una serie de atrocidades que atraviesa no sólo el hospital de Cajamarca sino de todos los hospitales  del Perú.

La intención de la autoridad fiscalizadora no ha sido dar solución al problema que atraviesa el hospital, sino tratar de dar a conocer a la población de Cajamarca que la gestión del MAS, con  Santos  Guerrero a la cabeza, viene trabajando mal. La intención, desprestigiarlo para que de esta manera el hermano no pueda tener un contrincante fuerte en las próximas elecciones.

Joaquín Ramírez y el hermano han iniciado campaña no sólo realizando pintas por doquier, sino el primero utilizando el cargo político para darle la mano al hermano menor. Tienen dinero Dios sabe de dónde, pero no está garantizado el triunfo a punto de populismo.
                          

miércoles, 8 de enero de 2014

Rondas Urbanas ante ausencia de Estado. ¿La seguridad en manos de quién?



 La intervención de las Rondas  Urbana de Cajamarca, el último fin de  semana, en un centro de diversión nocturno de nombre “Alondra” no sólo ha suscitado comentarios a favor o en contra del accionar de la organización social, sino ha vuelto a colocar, sin que las autoridades quieran darse cuenta, en la agenda la presencia del Estado en temas que tienen que ver con la seguridad ciudadana y la respuesta de ésta.

La inseguridad no sólo es un problema local sino a nivel nacional.  Según estudios realizados en toda la región latinoamericana, incluye el Perú, no se cuenta con un diagnóstico preciso sobre el problema de la inseguridad en las ciudades. Lo que es más lamentable es que ni la policía cuenta con datos precisos sobre la creación y vigencia de las bandas o grupos delincuenciales que hacen de las  suyas las grandes urbes. Ni si quiera actúan dirigidos por un plan que ellos puedan haber formulado, sino lo hacen de manera reactiva, circunstancialmente. Es evidente que, en el Perú, no existen políticas públicas relacionadas con la seguridad ciudadana.  No se han formulado estrategias para combatir la inseguridad en el país.

En este contexto, de total abandono de las ciudades de la gran  urbe de Lima y de las provincias del interior del país en manos de la inseguridad, a la población no le queda otro camino que organizarse y defenderse de los delincuentes.  Ocupar el espacio que el Estado no lo hace. Las Rondas Urbanas de Cajamarca, quizá, puedan ser las primeras organizaciones sociales que aparecieron para suplir al Estado y sus instituciones que tienen que ver con la seguridad ciudadana. No aparecieron por capricho del dirigente que la conduce, por capricho de Fernando Chuquilín, sino por exigencia de una realidad: ausencia de Estado.

Las Rondas Urbanas de Cajamarca, desde varios años,  viene practicando la justicia popular que, en algunos casos, se exagera. Pero no hay otro camino para la población que organizarse y enfrentar a la delincuencia. ¿Dónde está el Estado? No existe. Sólo es formalidad y nombre. Las instituciones como el Ministerio Público, el Poder Judicial y la Policía Nacional, que tienen que ver con la seguridad ciudadana, son vistas por la población como inoperantes, burocráticas o paquidérmicas para presentar resultados. Lo que es más grave como corruptas. Si la ciudadanía no confía en las instituciones del  Estado no le queda otro camino que acudir a su propio pequeño Estado que actúa con sus propias normas. Es como si la misma población privatizara su seguridad. Es una salida pero peligrosa por las acciones sin control  que pueden ir contra los derechos de las personas, por ejemplo contra la salud de la personas.

Por las calles de Cajamarca, en las últimas semanas, se ha visto mayor número de policías; sin embargo cada fin de semana se escucha asaltos ya sea contra comerciantes, contra conductores de  mototaxis o taxis. La inseguridad no se combate con sólo presencia de policías en las calles, sino con resultados; es decir capturando a los delincuentes y ubicando los locales donde se concentra la delincuencia organizada. La indiferencia de las instituciones, que tienen que ver con la seguridad ciudadana,  es cada día más notoria.

Es hora que el Estado asuma su rol en el tema de la seguridad ciudadana. Caso contrario cada cual tomará la manera cómo combatir la delincuencia que terminará en más violencia.  Es verdad que las Rondas Urbanas de Cajamarca tienen un gran respaldo de la ciudadanía por sus resultados efectivos, pero es necesario que el mismo Estado se le acerque para que trabajen en coordinación. La policía y el Poder Judicial lo están haciendo.  Es necesario que se unan el Perú real y el Perú formal.                   

jueves, 2 de enero de 2014

160 años de Cajamarca como departamento y sus males que persisten.


Los 160 años de independencia de Cajamarca del centralismo trujillano se celebra en un contexto en que la ciudad del Cumbe no ha dejado de solucionar los conflictos sociales relacionados con la minería. El de Conga es conflicto latente que en cualquier momento puede reactivarse. Además, se inicia un año de campaña política donde aparecen personajes cuyas intenciones es alcanzar el poder político que, una vez en el poder, gobiernan no para esa mayoría los eligió, sino para otros intereses. Del mismo modo, se habla a la saciedad que se vive una profunda recesión económica que, como consecuencia, se ha perdido empleos y la inversión se ha detenido debido a las protestas sociales.  Por poco asegurar que vivimos en extrema pobreza.

Cajamarca, en los últimos años, se ha convertido en una región que ha dependido, suicidamente, de las actividades extractivistas. Las autoridades no sólo del gobierno nacional, sino de los subnacionales: municipalidades y región miraron el crecimiento económico de la región basado en la venta de piedras y no se preocuparon de la diversificación económica. Todas las autoridades miraron a la minería como desarrollo sostenible, pero se equivocaron. Despreciaron a las demás actividades que, antaño, eran las principales actividades del desarrollo de Cajamarca. Aquí un error más, en 160 años como departamento.

Por otro lado, Cajamarca, a pesar que han pasado los años después de su independencia del centralismo costeño, no cuenta con una clase política debidamente organizada y de vida orgánica. Una clase política que guie su vida política. Sólo han aparecido organizaciones y políticos mediáticos que buscan la circunstancia.

Esta situación ha permitido que las autoridades, una  vez en el poder, tengan serios problemas para gobernar a parte de los técnicos que puedan escoger.  Una clase política debidamente organizada  está en las condiciones de negociar con los otros poderes fáticos que lleguen a la región. Pero las autoridades que ha tenido Cajamarca han sido fácilmente sometidas por los poderes económicos que, de hecho, ya no representaba a la mayoría que eligió en elecciones.

Del mismo modo, no tenemos una clase media capaz de enrumbar el destino económico de la región cajamarquina como lo tiene el sur del Perú. Los empresarios que existen y que se encuentran asociados en la Cámara de Comercio de Cajamarca no son más que intermediarios del gran capital minero que entró y viene entrando a la región. Cuando surgió el conflicto Conga, esos empresarios sintieron el problema de ser una clase empresarial intermediaria, sin ningún capital propio. No fueron capaces de crear y fortalecer sus mercados e interconectarlo con los otros mercados de otras regiones vecinas.

En este contexto se celebra el 03 de enero un año más de independencia de Cajamarca del centralismo costeño.  Si seguimos pensando y actuando igual como lo venimos haciendo, no nos queda otro camino que continuar viviendo en medio de los problemas y conflictos. Es hora que las instituciones se  fortalezcan  y las autoridades cambien de pensamiento.  Si los héroes del 03 de enero de 1854 lucharon contra la tiranía del centralismo trujillano y limeño, las autoridades de hoy deben de hacerlo contra la tiranía que ellos mismos pretender obviar: gobernar para poderes fácticos.